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Club Uruguay

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Novena parada

  

 

 “Neorrealismo” en el arte salteño 

En esta novena parada nos encontramos en la sede del Club Uruguay; para observar el mural que nos trae hasta aquí, debemos ingresar por el hall de entrada, que se encuentra a la izquierda de la fachada (a la derecha se encuentra un restaurante). Inmediatamente de pasar por su cancel nos encontramos, a la izquierda con una señorial escalera de mármol que conduce al piso superior, y  a la derecha nos encontramos con este hermoso mural titulado "Elogio al Río Uruguay", obra del artista argentino Juan Carlos Castagnino.

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El artista nació en Mar del Plata en 1908 y fallece en Buenos Aires en 1972. Se graduó de arquitecto en la Universidad de Buenos Aires y estudió Bellas Artes. 

Castagnino, así como otros de sus compañeros muralistas como Antonio Berni, Demetrio Urruchúa, Manuel Colmeiro con quienes realiza los famosos murales en Galerías Pacífico,  fue inspirado por la visita que David Alfaro Siqueiros, considerado uno de los tres grandes exponentes del muralismo mexicano, realiza a Uruguay y Argentina en 1933. 

En el mismo año crea el grupo que fundó el primer sindicato argentino de artistas plásticos. 

Viaja a Europa y en 1939, estando en  París concurre al taller de pintores como Bracque y Picasso y asiste en Italia al atelier de Carrá y Sironi. Su viaje finaliza en España, donde es repatriado a causa de la guerra. 

El artista reside durante algún tiempo en Salto, invitado por Enrique Amorim, en 1945; de esa época data el mural que se encuentra en el Club Uruguay. 

Castagnino es referente de la corriente neorrealista argentina, reconocido mundialmente. 

Centra su pintura en el hombre, integrando la figura humana en el paisaje, que es lo que observamos en este mural, que asciende desde una escena típica de lavanderas y campesina con naranjas, junto a la costa del Río Uruguay, hasta la “flecha” legendaria del mirador del Saladero, con su bandera izada, indicando la iniciación de la faena. 

Al pie del mural, una frase de Enrique Amorim: “En el color infinito de los atardeceres. La gracia laboriosa de los azahares.” Estos versos afirman el sentido poético de lo plástico.

La silueta de una clásica reja salteña que completa la composición gráfica, recuerda la tradición romántica de fin de siglo XIX de Salto. 

El mismo  se realizó en una época en que en Salto existía una intensa vida cultural. De la mano del escritor Enrique Amorim, al año siguiente se funda la Asociación Horacio Quiroga (más conocida como “La Quiroga”)  y con ella, el taller de pintura Pedro Figari. En la asamblea de fundación, realizada en el Ateneo (que visitamos en nuestra quinta parada)  Amorim presenta una moción para que la Asociación fuera filial de la A.I.A.P.E. (Asociación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores del Uruguay), movimiento que se había iniciado en Buenos Aires, con Castagnino entre otros. A través de la A.I.A.P.E. vinieron a Salto una serie de personajes que tienen que ver con la literatura y con las artes plásticas.